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sábado, 8 de noviembre de 2014

LECTURARIO # 30 - Devetach, Ravelo, cuentos y más cuentos

* Confieso que tengo mis reparos respecto de cierto tipo de libros dizque de literatura infantil. Ante todo porque no me gustan las modas, que son la cosa más idiota que hay (bien decía Oscar Wilde que son tan tontas que hay que cambiarlas cada seis meses) y también porque muchas veces resultan textos cortos, pretenciosos o moralistas, llenos de diminutivos, con lindos dibujos y supuestamente "fáciles" de leer.
            Así es como se produce mucha escritura desdeñable. Y se ignora aquello tan lúcido que dijo alguna vez Fernando Pessoa: "Ningún libro para niños debe ser escrito para niños".
            Y asimismo rechazo algunos de esos grandes libracos que también están de moda, en los que hay un texto minúsculo, casi un no-texto y muchísimas veces más bien tontín, con ilustraciones preciosas. Yo respeto lo que cada creador quiera hacer, pero con la misma firmeza me resisto a considerar que eso es Literatura. En todo caso, algunos de esos me parecen libros para papás con dinero que pueden darse esos gustos, ellos, porque los chicos —lo he comprobado más de una vez— los miran y siguen de largo.
            Sé que es duro esto que escribo, pero viene a cuento de una lectura muy gratificante que me interesa destacar. "El petirilío", de Laura Devetach, es un magnífico ejemplo de la buena, la gran literatura para niños (que no "infantil", adjetivo que en general evito) que se produce en nuestro país.        
            "El petirilío" es una maravillosa obra de teatro que fue estrenada en Córdoba en 1967 y que parece que no estaba publicada en forma de libro, pero que ahora la notable editorial cordobesa Comunicarte rescata, con estupendas ilustraciones de Rosa González.
            Es un libro divertido, intenso y profundo, un texto lleno de densidad y ocurrencia que sale completamente del común de este género. Un texto, por cierto, que si ya no es un clásico estoy seguro de que va camino de serlo. Hay sustancia en esta historia disparatada precisamente porque hay texto, hay poética y hay música, fantasía, humor. O sea, todo lo que sí llega al alma de los humanos. Incluyendo desde luego a los de poca edad.

* De Medellín traje, y leí de a ratos, una estupenda revista-libro que me llena de nostalgias y emociones porque es, aunque ellos no lo declaran, un homenaje a la revista mexicana "El Cuento" y a mi vieja y argentina revista "Puro Cuento".
            Ésta se llama "Odradek" y la hace y edita un grupo de paisas notables encabezados por Elkin Restrepo, cuentista de mi generación, empeñoso y tenaz, que lleva algo más de una década publicando cuentos colombianos y de todo el mundo. A mí me obsequiaron un ejemplar de 2009 (con textos algo irregulares, de autores/as que yo no conocía); otro titulado "22 cuentos colombianos" publicado en 2012 como edición especial por el décimo aniversario de la revista y que incluye excelentes textos de narradores que aprecio como Consuelo Triviño, Harold Kremer y Octavio Escobar Giraldo. Y también "El pozo y el péndulo", flamante antología del cuento colombiano editada en 2014 que incluye relatos de Manuel Mejía Vallejo, Juan Diego Mejía y otros autores/as notables de la muy notable literatura reciente de Colombia.
(Castor & Polux y Silaba Ediciones).

• Por cierto, el colega mexicano Alfonso Pedraza me envía un ejemplar de su compilación de minificciones en homenaje a Don Edmundo Valadés, creador de la revista "El Cuento". El título del libro, cuidado y precioso, es "Minificcionistas de El cuento, Revista de Imaginación".
            Editado por Ficticia Editorial para su biblioteca del cuento contemporáneo, en este libro están muchos autores, casi un centenar, que trajinaron —trajinamos, porque me incluyen con dos textos de "Soñario"— las formas más breves del género, que era el preferido de aquellos enormes microficcionistas que crearon "El Cuento" en México: Don Edmundo, Juanito Rulfo y Augusto Tito Monterroso.

* Leí en un vuelo "Argos el ciego", de Gesualdo Bufalino (1920-1996), un curioso y hace unos años redescubierto escritor italiano del Siglo XX, y no sé qué decir... No es una historia que me fascine, y quizás lo más llamativo sea su estilo de presentación capitular para una especie de diario de un escritor autoconfinado en un hotel. No está mal, pero la verdad es que me desconcertó. Sentí que había perdido tiempo, por lo menos dos horas de una lectura en la que no pude engancharme. ¿No les pasa a veces que leen un libro durante horas y luego se preguntan si no hubiese sido mejor destinar ese tiempo a otra lectura? (Anagrama-Página/12).

* Ahora que la novela policial dura vuelve a estar de moda (palabra maldita que, caramba, en este texto aparece por segunda vez), tengo la fortuna de leer una novela ardua, pero interesantísima: "La estrategia del pequinés", de Alexis Ravelo, un joven narrador de las Islas Canarias a quien conocí en el reciente Festival Córdoba Mata, al que ambos fuimos invitados.
            Allí, durante un almuerzo, me obsequió este libro con una dedicatoria enjundiosa, una alusión a la influencia recibida de mi "Luna Caliente" y encima tratándome de "querido maestro". Confieso que eso hizo que yo leyera esta novela con alguna reticencia. Que por fortuna se disipó con las primeras 50 páginas, porque es una novela fascinante y convincente con la que Ravelo obtuvo, y yo diría que mereció, el Premio Dashiell Hammet 2014.
            La trama es durísima y hace honor a la mejor tradición del para mí muy familiar Género Negro. Hay allí algunos tipos delineados con maestría, y una mujer inolvidable, Cora, que es de esos personajes que se te quedan en la memoria para siempre. De veras, y eso no es algo muy frecuente en este género.

            Con tiros y muertos, mucha sangre, narcos y polis corruptos, el texto no deja de moverse —a veces, es cierto, algo borroso de tanta sangre— y te lleva de las narices y te deja sin respiro. Estupenda, recomendabilísima novela. (Alrevés).

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