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viernes, 29 de noviembre de 2013

REEDICION de mi PRIMERA NOVELA, 30 AÑOS DESPUES

Acaba de salir en Buenos Aires, y aún no he tenido el libro en mis manos, pero no se imaginan todo lo que me produce que finalmente se publique ésta, mi primera novela, que fue incinerada en 1976 y me llevó al exilio, y que nunca se volvió a publicar en la Argentina.
      He aquí el texto que escribieron los editores de EDHASA:


¿Por qué prohibieron el circo?
Giardinelli, Mempo
Un joven maestro llega a un paraje perdido en el Chaco para ocupar un cargo vacante. Es un pueblo en apariencia manso, donde cada cosa está donde debe estar. Las jerarquías son claras, las gentes tienen buen corazón, lo campechano impera. Esa es, digamos, la tela firme que recubre un hervidero de injusticias y rencores. Toño, el joven maestro, que no es un alma bella y que arrastra sus propios fantasmas, rasga esa tela, y entonces la aldea serena muestra su verdadera cara. Donde había resignación surge la pasión, donde había obediencia emerge la rebelión. Nada garantiza que eso sea la aurora de un tiempo mejor, pero es claro que un orden arcaico y en cierta forma criminal está cayendo. 

Con una frescura que emociona y una prosa entre lúdica y comprometida, esta que fue la primera novela de Mempo Giardinelli es, de algún modo, un reflejo de la historia nacional. Fue escrita a principios de los setenta y editada en 1976. Sin embargo, los lectores no pudieron acceder a ella: la dictadura quemó todos los ejemplares. Años después, con el autor en el exilio, se editó en México pero nunca llegó a la Argentina. La publicación aquí y ahora de ¿Por qué prohibieron el circo? es un homenaje a Mempo Giardinelli, y también un modo de entender y disfrutar su origen en la literatura.

jueves, 28 de noviembre de 2013

PEQUEÑO HOMENAJE A DON JUAN FILLOY

Leo que en España algunas personas conocen al menos los palindromos de Don Juan Filloy, y eso me da mucho gusto. Siempre recuerdo a mi querido maestro, y ahora mismo estoy trabajando en un nuevo rescate de él. 
            Lo conocí bien y puedo decir que fui su amigo aunque me llevaba 60 años. Y soy autor de la única antología existente de su obra ("Don Juan", Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires, 1995).
            Filloy (1896-2000) era hijo de padre gallego y madre francesa, ambos analfabetos. Pero se formó en la Córdoba revolucionaria de la Argentina de inicios del Siglo XX y participó activamente en la Reforma Universitaria de 1918 que todavía rige y garantiza la gratuidad y laicismo de la universidad pública de este país. Se ganó la vida como caricaturista hasta que se recibió de abogado y fue juez durante casi 40 años en la pequeña ciudad de Río Cuarto, en la provincia de Córdoba. Allí residió durante 65 años y escribió más de 70 libros de todos los géneros.
            Sus primeros libros (publicados entre 1930 y 1937) revelan un autor de prosa exquisitamente barroca y un feroz y excéntrico sentido del humor, y fueron decisivos para la literatura argentina contemporánea. Hoy novelas como "Estafen", "Op Oloop", "La potra" y sobre todo "Caterva" son admiradas por su influencia en Julio Cortázar, Leopoldo Marechal y muchos más, lo sepan o no.
            Todos sus títulos tienen siete letras y fue, además, un verdadero campeón mundial de palindromos. Escribió más de 8.000, de los que el libro "Karcino" recoge una cuarta parte. También practicó el megasoneto, al que definía como "un compuesto de ciento noventa y seis sonetos formados por catorce series de catorce unidades". Escribió cuatro de ellos: "Nepente", "Revenar", "Todavía" e "Item más". Recibió innumerables distinciones, aunque el canon argentino lo ignoró sistemáticamente e incluso hasta el día de hoy. No sé si por la consabida necedad de los cánones o porque casi no "bajaba" a Buenos Aires.
            Para los interesados en conocer algo más de este intelectual de excepción, en mi recientemente reeditado libro "Así se escribe un cuento" incluí la primera entrevista que dio Filloy, y que hice y publiqué en la revista "Puro Cuento" en 1986.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Mi renuncia a la Comisión Provincial por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires


A la Dirección de la CPM y a la OPINIÓN PÚBLICA:

Ante la gravísima crisis que atraviesa la Comisión Provincial por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires, y luego de intensos esfuerzos para impedir un escándalo, vemos ahora que se lapida públicamente a un militante de los Derechos Humanos y con ello se avanza hacia la destrucción de la Comisión. Por ello, manifestamos:

1) Ante la denuncia de acoso recibida oportunamente contra el Secretario Ejecutivo de la institución, Alejandro Mosquera, la CPM abrió un proceso de actuaciones administrativas el cual se encargó al reconocido jurista Dr. Beinusz Szmukler, con la asistencia de la Dra. Elizabeth Rivas. La convocatoria a una personalidad jurídica externa a la institución tuvo el cometido de otorgar transparencia y garantías a las partes, las que fueron escuchadas con la mayor discreción. Según el dictamen final, “de las constancias descritas no surgirían a criterio de esta Instrucción, elementos probatorios que acrediten la existencia de una situación de acoso sexual o laboral a la denunciante por parte del denunciado”. En base a ello se dio por finalizado el sumario.

2) Sin embargo, reiteradamente se incumplió lo resuelto: primero porque sólo se destacó la renuncia de Mosquera, que fue un voluntario gesto positivo; y además porque lo resuelto se fue desnaturalizando, dada la visible resistencia a aceptar la validez del mencionado dictamen por parte de algunos miembros de la conducción actual.

3) A diario se persistió en la intención de "castigar" a Mosquera mediante una sistemática acusación mediática no sólo contra él sino contra la CPM toda, cuando ha sido conducta de vida de todos y cada uno/a de nosotros que toda persona es inocente de lo que se le acusa en tanto no medie condena. Y en este caso no la hubo por parte del tribunal interno que condujo el Dr. Szmukler. Por lo tanto no corresponde condena por acoso por más que así lo quieran algunos colectivos políticos y/o de género que más que justicia parecen buscar venganza de hechos no probados, sentimiento que es ajeno por completo a todos los organismos de Derechos Humanos. La CPM siempre hizo docencia cívica alrededor del principio constitucional de inocencia, el que sostenemos y defendemos desde hace muchos años y por el cual hemos luchado en las peores condiciones. Toda persona es inocente hasta tanto se demuestre lo contrario y respetar ese criterio es fundacional del estado de derecho y de la defensa de los derechos humanos.

4) El pronunciamiento público de inocencia de Alejandro Mosquera sigue siendo postergado absurdamente, maniobra de desgaste que nos resulta ya inadmisible. No podemos sino interpretar que esa demora busca explícitamente generar el clima negativo que hoy advertimos, con fuertísimas acusaciones a miembros de la institución, y todo con la misma ligereza y fanatismo de quienes hace siglos inventaban brujas para arrojarlas a la hoguera pública.

5) Sostuvimos y sostenemos que la denunciante de un supuesto acoso en la Comisión y donde sea tiene todos los derechos de su lado para proceder en otros ámbitos, si quiere hacerlo. Y allí probar su acusación, si puede hacerlo. Y desde ya que en el hipotético caso de que se probara inconducta alguna en la CPM, aceptaríamos el veredicto y aplicaríamos las sanciones correspondientes.  Pero si los derechos de la acusadora son indiscutibles, también es cierto que no es el escándalo lo que construye verdad.

6) La CPM y todos los organismos de Derechos Humanos han hecho del camino de verdad y justicia, y de la no venganza, la esencia de su labor durante más de 30 años. Rechazamos todas las formas de inculpamiento social o mediático basadas en sospechas, y así levantamos nuestra voz cuando se aplica a los jóvenes pobres de nuestras barriadas populares por el mero hecho de serlo.
            Entendemos que el caso de Alejandro Mosquera es similar, y si acaso se probara –lo que hoy creemos imposible– nosotros mismos propondríamos su separación. Pero hacerlo ahora, como se nos exige, sería compartir esa condena mediática que vemos con preocupación que algunos miembros de la Comisión sistemáticamente comparten en los hechos, y sería además practicar una lapidación pública que de ninguna manera admitiremos. 
           
            Por lo tanto el tendencioso argumento de que algunos estaríamos "esperando a que haya una violación" para que se pruebe el acoso, es irresponsablemente ofensivo e insostenible, como todas las acusaciones mediáticas que se hacen a personas de probadas trayectorias tanto en la defensa de los Derechos Humanos como de los derechos de género. Entendemos por ello que el "escrache" que se realizó días atrás por parte de algunas personas, no fue sólo contra Alejandro Mosquera sino contra la institución toda. 


7) Nos llama la atención que la condena a Mosquera por parte de una minoría de la Comisión, no tiene en cuenta, entre otras cosas, que la labor de dicho compañero al frente de la Secretaría Ejecutiva del organismo fue excelente, intensa, inteligente y en todo momento alineada con los principios y la historia de los organismos de Derechos Humanos. Durante más de una década el compañero Mosquera realizó una labor ejemplar, por lo que para muchos de nosotros sin dudas ha sido el más competente Secretario Ejecutivo que la CPM ha tenido. No podemos dejar de pensar que quizá es por eso mismo que se lo quiere marginar con tanta saña. 
 


8) La CPM jamás se mostró dividida por la sencilla razón de que siempre practicamos el diálogo, la discusión fraternal y el acuerdo. Ahora vemos, en cambio, que las decisiones mayoritarias son cajoneadas y/o distorsionadas en su esencia. Desprestigiar al jurista convocado, insistir en mantener abierto el caso y distorsionar la información pública de la CPM es tan irresponsable como las acusaciones a miembros de la Comisión por parte de sectores que creen que hacer justicia es condenar sin pruebas. Y cuyas agresiones y escraches cuentan con la aquiescencia inexplicable de algunos miembros de la actual dirección.

Por todo lo anterior, y con dolor ante lo que jamás hubiésemos esperado, declaramos:

1º) Creemos en la inocencia de Alejandro Mosquera respaldada en la investigación realizada, porque toda persona es inocente en tanto no se demuestre lo contrario. 
2º) Es la Justicia la que decide agravios, culpabilidades y condenas. Denostar y agraviar a miembros de la CPM nada tiene que ver con el reclamo de justicia.
Y no aceptamos ninguna forma de persecución.
3º) No aceptamos que la CPM quede en manos de un grupo que sólo busca reconocimientos individuales y no respeta decisiones tomadas democráticamente.
4º) Avalar a grupos, asambleas o individuos que utilizan el término “cómplices” hacia miembros de la CPM, con la carga histórica que ello denota, demuestra una irrespetuosidad que no estamos dispuestos a aceptar de ninguna manera.

Por lo tanto, y notificados de las renuncias de Fortunato Mallimacci, el Rabino Daniel Goldman, la Dra. Elizabeth Rivas y Alejandro Mosquera por razones similares a las aquí expuestas, también nosotros presentamos nuestra renuncia a la Comisión Provincial por la Memoria.
Viernes 22 de Noviembre de 2013.
Laura Conte - Roberto Tito Cossa - Mempo Giardinelli.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Destituyentes y narcos, a la orden

Mi nota de hoy domingo en el diario The Buenos Aires Herald:


Y aquí la versión en Castellano:

Destituyentes y narcos, a la orden

Como en los juegos de niños –nuevamente hay que decirlo– ciertas conductas argentinas son entre risibles y trágicas.

No sólo empiezan las peleas de todos contra todos, como las que ya se ven entre dirigentes macristas, radicales y massistas que ayer nomás festejaban triunfos electorales en éste o aquél distrito, sino que también hay pronunciamientos insólitos como el de Luis Barrionuevo presagiando la renuncia de la Presidenta, materia en la que cada tanto incursionan la diputada Elisa Carrió, el conductor televisivo Jorge Lanata y casi todo el elenco estable del así llamado "periodismo político". Nada nuevo bajo el sol.

Pero lo que sí es nuevo, al menos como asunto de consideración pública, es la irrupción del Poder Narco como interlocutor principal de la vida cotidiana y el discurso político argentino. Y además de novedoso, digno de espanto.

El asunto llega a los titulares de todo el país luego del pronunciamiento de la Conferencia Episcopal, esta semana. Y como hecho político que es, acusa al gobierno por haber dejado pasar tiempo y oportunidades para enfrentar este gravísimo problema social. Parece cierto, nomás, que el kirchnerismo no se preparó para la lucha, porque, digan lo que digan, entre sus funcionarios hubo ignorancias, distracciones o desidias (dicho sea para no mencionar posibles conductas peores) y por lo menos habría que admitir que hasta ahora nunca reconocieron la verdadera dimensión del tremendo enemigo que está ya a nuestras puertas.

Claro que no toda la responsabilidad le cabe a este gobierno, sino más bien al sistema político argentino todo. Y desde los albores mismos de la democracia.

Porque el problema narco ha sido hasta ahora negado y por eso pésimamente atendido por todas las dirigencias argentinas. Ninguna puede acusar a otra sin asumir su propia negligencia. Así lo explicó este jueves por Radio del Plata uno de los mayores expertos en seguridad democrática de este país, Marcelo Saín, quien fue el creador de la Policía de Seguridad Aeroportuaria hace unos años y es diputado bonaerense por el Partido Nuevo Encuentro: "El problema narco fue tapado durante estos treinta años de democracia en base a acuerdos entre la política y las policías, por un lado, y entre las policías y los narcos, por el otro". Así, lo que se vino conteniendo, como siempre pasa, de pronto empezó a emerger.

Lo que está claro es que el narcopoder es hoy un problema de la democracia. Al que solamente la democracia podrá resolver, y eso mediante acciones responsables y sistemáticas que se llaman políticas de Estado. Todo lo demás será, por desdicha, pura retórica y apenas más de lo mismo que han pasado ya muchas sociedades a las que la Argentina no querrá parecerse.

Y es que aun considerando que en los últimos años el desarrollo de políticas sociales permitieron contener y repararon en muchos aspectos el desastre que nos dejó la crisis de 2001 y 2002, la verdad es que la marginación social y la indigencia nunca fueron eliminadas y es allí donde anida el eterno huevo de la serpiente.

Hay que recordar que en 2002 a nivel nacional la pobreza alcanzó al 57,5 % de la población, la indigencia al 27,5 % y la desocupación al 21,5 %, que eran todos niveles récord para el país. En contraste, y según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) en 2011 la pobreza era sólo del 5,7 % y la indigencia del 1,9 %. Esos índices bajaron incluso al 5,4 % y al 1,5 % en 2012. Pero, como diría Galileo Galilei, eppur si muove: este país sigue teniendo como mínimo tres millones de seres humanos en situación de pobreza e indigencia gravísimas, lo que configura un paisaje vergonzoso que basta tener ojos y vivir en las afueras de cualquier ciudad para comprobarlo.

Como en la remanida cuestión del vaso medio lleno o medio vacío, se puede pensar que es fantástico todo lo que se mejoró, como también se puede pensar que todo es un desastre y no hay remedio. Ése es, de hecho, el juego necio que parecen practicar algunos funcionarios y militantes K que piensan que todo está bien y entonces "van por más", mientras del otro lado políticos y periodistas se dedican a lanzar fuegos artificiales pretendiendo que el incendio será irrefrenable.

Ahora mismo, y puestos ridículamente a opinar sobre lo que no saben, parecen decididos a que la sociedad se distraiga con un debate absurdo: el increíble objetivo de sancionar una ley de derribo de aviones como parte de la lucha contra el narcotráfico. Esa propuesta, impulsada por el variopinto peronismo opositor, es un exacto ejemplo de lo que esta nota propone. Es risible si se recuerda que en la Argentina no existe pena de muerte y no hay a la vista reforma constitucional alguna como para siquiera discutirlo. Y es trágico porque encierra la impotencia de muchos dirigentes frente al drama que se avecina: el narcotráfico como nuevo rostro espantoso de este país que pareciera que no sabe darse tregua a sí mismo.

En el contexto de mezquindad en que se desarrolla la política en este país, con una oposición semivacía y a la que sólo le llenan la cabeza algunos pocos grandes medios y la telebasura odiadora serial, no es muy grande la esperanza de la ciudadanía. Y así el Poder Narco es el único, gran beneficiado.

Las dos policías de los dos estados más importantes después de Buenos Aires están manchadas hasta los calzoncillos, y es obvio que ya no cuentan con funcionarios limpios y capaces de limpieza. Por eso frente a un ataque a balazos a la casa del gobernador de una de las tres provincias más importantes, en la que está la ciudad más violenta y con mayor número de narcovíctimas del país, sólo se vio una conferencia de prensa en la que el partido del baleado acabó quejándose del gobierno nacional. Mientras tanto la narco-corrupción policial evidenciada en Córdoba, también con muertos y prácticamente toda la oficialidad coludida, el gobernador De la Sota hizo silencio durante más de un mes para luego decir, como dijo esta semana, que estamos frente a "un problema nacional".

Éste es el país en que estamos. Uno en el que el miércoles pasado La Nación titula que el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) dice que "Argentina es el país con más robos en América Latina", a la vez que "Tiempo Argentino" titula que el PNUD dice que "Argentina es uno de los países con menor tasa de homicidios de la región". Así es como se forma en estas tierras la dizque "opinión pública".

Que se disculpe a los pesimistas, pero así la pregunta es sólo una: ¿quién y cómo va a parar a los narcos? •



martes, 5 de noviembre de 2013

LECTURARIO # 18



• Acabo de leer "Pregúntale al polvo", notable novela de John Fante (1909-1983) un escritor norteamericano que fascinó en su momento a Charles Bukowski, quien lo rescató del olvido. En síntesis es la historia de un joven entre tierno y delirante que la va de escritor emergente y responde al itálico nombre de Arturo Baldini. Se cree un genio de la literatura, además, que mientras sueña con alcanzar la gloria y sostiene diálogos alucinantes con su agente, que lo mantiene, no consigue amar ni ser amado por una chica mexicana completamente autodestructiva. Con diálogos encantadores y sabrosos detalles de época –la California que rodea a Hollywood en los años 20 y 30 del siglo pasado es radiografiada certeramente por Fante– la novela se lee con intensidad. Desde ya que no es la gran novela que anuncian los editores, para variar, pero es una sabrosa historia bien narrada, que sirve como eficaz introducción a un autor y sobre todo a un tiempo en el que la literatura tenía bastante más sentido que en la actualidad. (Anagrama).

• También leí un notable libro de cuentos: "En abril, infancias mil", de Maryse Renaud, una colección de relatos narrados desde la perspectiva de una niña que descubre el mundo de los mayores, en un contexto inusual y hasta asombroso. La autora es una catedrática francesa nacida en el Caribe, en la Martinica, que de adulta ha elegido escribir en Castellano y lo hace con una solvencia y precisión exquisitas. Los diez cuentos del libro recorren episodios en los que la esclavitud, el mestizaje y la discriminación racial están presentes, así como la hostilidad que significa crecer en un universo de familia numerosa y compleja, y viajes, recuerdos e incomprensiones. El Caribe soñado e idealizado por la niña, curiosamente, coexiste en algunos cuentos con una Argentina tan vasta como idealizada (como en "Ojo de lince"). El cruce de voces y culturas, siempre potente pero a la vez medido, es un ejercicio que Renaud domina y se constituye en una de las más sólidas virtudes de este libro poco frecuente. (Corregidor).

• Durante un largo viaje reciente leí otra maravilla del maestro cubano Alejo Carpentier (1904-1980), a quien vengo releyendo con delectación. Ya comenté aquí "El reino de este mundo" y ahora recomiendo fervientemente "Concierto barroco", otra de las cumbres de la literatura latinoamericana que impactó a todo el mundo hace medio siglo.
            En esta novela subyugante el fabuloso Nuevo Mundo es visto desde la perspectiva del encuentro y a la vez choque de dos culturas. En torno a la concepción de la ópera "Montezuma" de Antonio Vivaldi, Carpentier monta nuevamente una novela breve que puede leerse además como otro tratado sobre la música. Musicólogo él mismo, Carpentier perfeccionó ese propósito hacia el final de su vida, con sus dos últimas novelas: "La consagración de la Primavera" (1978) y "El arpa y la sombra" (1979). Pero a mí lo que me vuelve loco de Carpentier, lo que me rinde de admiración, es la belleza poética y la transparencia de su prosa, que en mi opinión es única en nuestra lengua. Éste sí que es uno de los escritores fundamentales del Siglo XX, y bien que sirve para desmentir tanta charamusca como nos quieren vender las solapas y contratapas sobradas de ditirambos a la usanza actual. (Alianza Editorial).

• Decir novela negra –y a esto lo sé desde hace muchos años– es mencionar entre sus principales autores a James Hadley Chase (1906-1985). Se trata de un escritor impresionante, un maestro del arte de la intriga y el buen ritmo narrativo. Nacido en Londres con otro nombre, fue autor de decenas de novelas policiales a lo largo de casi todo el siglo pasado. Ahora, en viaje a Madrid hace un par de semanas, tomé de mi biblioteca al azar uno de sus libros. Me dije: "A ver si se sostiene treinta años después". Y me llevé "Peces sin escondite", de 1977, y volvió a deleitarme. Lo tengo en la edición de la clásica colección "El séptimo círculo" que publicaba Emecé cuando la literatura negra empezaba a abrirse camino. Encantadora aún con pinceladas que hoy reconocemos misóginas, esta novela asocia al lector con la angustia de un tipo que está siendo chantajeado por un hurto menor que hizo su mujer, a la que no ama. A partir de ahí, Chase construye una historia de crimen y misterio notable, desde la perspectiva de la víctima, materia en la que fue un precursor. Por cierto, de todo esto hablo (escribo) en mi libro "El género negro". Pero ahora lo que verdaderamente me dio gusto fue reconocer que sigo entusiasmándome con esta literatura igual que hace treinta años. (Emecé).

domingo, 3 de noviembre de 2013

LOS MEDIOS Y EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY

Mi artículo de hoy en el diario The Buenos Aires Herald:


He aquí la versión en castellano:

Finalmente, y en contrario de lo que esperaba esta columna –cabe reconocerlo– la Corte Suprema de Justicia declaró constitucional en todos sus términos la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, popularmente conocida como "Ley de Medios".

Con notable prudencia y preciso timing, los siete jueces supremos tomaron la decisión por seis votos contra uno, y prefirieron dar a conocer el fallo después de las elecciones del domingo 27.
           
El ansiado fallo desató alegrías y furias, como parece que siempre hay que esperar en esta nación y en estos años, no sólo por lo que jurídicamente va a significar la aplicación de esta ley sino también por los intereses que afecta. Y en particular los del Grupo Clarín, el holding empresario más grande del país, propietario de la mayor concentración de señales de televisión y cable y, como es sabido, el que más resistió y hasta último momento la vigencia de esta ley, a la que consiguió demorar por más de cuatro años, en un alarde de capacidad de lobby judicial y decisión política dignos de mejores causas.
           
Como fuere, las consecuencias del dictamen de la Corte –todas previsibles y anunciadas desde hace mucho tiempo– no deberían ser ni asombrosas ni difíciles de aplicar aunque, es verdad y por lo que se ve en los primeros días, no parece sencilla su implementación.
           
Lo primero que hizo Martín Sabbatella, titular de la autoridad de aplicación (Afsca), fue presentarse ante la empresa para comunicar el inicio del proceso de adecuación de oficio a los parámetros establecidos por la ley. La respuesta empresarial, a regañadientes, consistió en emitir un comunicado en el que afirma que “el Gobierno decidió avanzar de facto” y “al margen de lo establecido por la ley y por el propio fallo” de la Corte Suprema.

Según ellos, Sabbatella se presentó ante el grupo forzando un procedimiento de oficio "abiertamente ilegal" puesto que "las normas de adecuación estuvieron totalmente suspendidas para la compañía" a raíz de medidas cautelares. Interpretando que por el fallo de la Corte "deben regir para el Grupo Clarín las mismas condiciones, alternativas y posibilidades que tuvieron el resto de los grupos de medios”, y dando vuelta la cuestión, acusaron a la Afsca de "desconocer" el fallo de la Corte y al Gobierno de "avanzar contra las escasas voces independientes que quedan en la Argentina”.
           
Claro que "independientes" del Rey de España, podría ironizarse, porque seguir resistiendo sólo confunde ante la sociedad la esencia del asunto: la decisión de la CSJ es claramente jurídica y dá validez imperativa a una ley constitucional. Por consiguiente, ahora todas las interpretaciones políticas y/o comunicacionales deben ser colocadas en un inmediato segundo plano.
           
De ahí que la insistencia del grupo afectado en que “no está garantizada la libertad de expresión” no es más que “un dislate procesal”, como señaló el reconocido constitucionalista Eduardo Barcesat. Y por lo mismo resultó exótica la presentación de un grupo de diputados nacionales alineados con el macrismo capitalino y encabezados por Federico Pinedo y Patricia Bullrich, pidiendo a la Corte Suprema la “suspensión de la sentencia”, o sea la misma que ha dictado esa misma Corte, “hasta tanto no estén garantizados el cumplimiento de la libertad de expresión y de prensa”.

Y es que más allá de interpretaciones, argumentaciones o recursos verborrágicos, lo que hay sobre el escenario es una ley que sancionó el Congreso de la Nación luego de haber sido discutida amplia, exhaustiva y democráticamente en todo el territorio nacional por decenas de organizaciones sociales y profesionales, compartida por los más diversos sectores de la sociedad a través de encuestas y compulsas, y finalmente aprobada por amplia mayoría y participación de casi todos los partidos políticos en ambas cámaras.

Ésa es la ley que la Corte Suprema acaba de decir que debe cumplirse.

Es muy peligroso, desde todo punto de vista democrático, que por las razones que fueren, los argumentos que se busquen y por retorcidos que estos sean, se exhorte a incumplir con una ley. La cuestión trasciende a los legisladores de la oposición –no todos, afortunadamente, sólo algunos y acotados ideológicamente– y es de esperar que el mal ejemplo no cunda y se serenen las aguas.

De lo contrario, estaremos ante llamados directos a la subversión, que no otra cosa es la desobediencia de la ley. Las leyes en las democracias están para ser cumplidas. No hay razón válida para las desobediencias, que pueden conducir a peores caminos e incitar a la violencia. Insistir en el incumplimiento suena más bien a provocación, y más allá de los intereses empresarios que puedan ser afectados, el interés superior de la nación está siempre por encima, y si así lo ha juzgado la Corte Suprema de Justicia, pues sólo queda el estricto cumplimiento, sin más discusión.

Toda otra salida es, en esencia y aunque no se la llame así, golpista. O destituyente, como se dice ahora pero significando lo mismo. Ya no se trata de seguir esgrimiendo argumentos jurídicos, ni hay lugar para ellos por encima de la interpretación y fallo final de una Corte Suprema que en el sistema republicano es la máxima, última instancia y autoridad. Gusten o no sus decisiones, no queda más que cumplirlas. Y no sólo los supuestamente afectados deben hacerlo, sino también el poder público, o sea el gobierno, que ahora no tiene otro camino que asegurar la aplicación de la ley.

De manera que ya no hay que nada que negociar, y por eso en esta cuestión no está en debate ninguna supuesta "libertad de expresión". Como tampoco están en juego la libertad empresarial ni las garantías constitucionales a la propiedad privada. Se trata de la lisa y llana adecuación de una empresa a los términos de una ley, y lo mejor que puede pasar es que eso se haga rápido y en paz.

Incluso si se va a discutir después –como la misma Corte lo ha admitido– la  cuestión del reparto de la pauta oficial o de cualquier otro beneficio, los medios de comunicación deberán tener altura moral para sus reclamos. Y el camino para ello no es la desobediencia de la ley.

Cualquier argucia es hoy antidemocrática y este país se hartó de ello. Justo cuando la sociedad entera recuerda que hace 30 años el Presidente Raúl Alfonsín predicó la Constitución Nacional, puede afirmarse que cualquier tramoya, por el gobierno o la oposición, será un recurso canalla.


La desobediencia, cualesquieran sean sus argumentos, trasciende hoy lo jurídico. Se trata, más bien, de una ofensa a la inteligencia y a la vocación democrática de una nación. •