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martes, 30 de noviembre de 2010

Continuidad de los relatos

El laberinto y el hilo

Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)

Escribo esto último regresando de México, en noviembre de 2010. Como cada vez que voy a ese país que adoro, me resulta inevitable recuperar paisajes, amistades, momentos. Siento como habría de sentir quien pasara todo un día revisando papeles viejos, del año de Ñaupa, y permitiendo que afloren momentos y circunstancias ya vividos pero que nacen de nuevo, espontáneas, con el fluir del texto.

A la vez me pregunto si tiene sentido seguir con esto. ¿Quién soy yo para escribir "memorias"? ¿Qué importancia tiene mi vida; qué hice que sea importante para el mundo, para los demás? ¿Y a quién le importan estos recuerdos personales? Quizás esto no sea más que un gesto de vanidad, me reprocho, y eso no me gusta.

Tampoco quiero sonar pretencioso, pero mucho menos caer en falsa modestia. Natalia, mi mujer, dice que si no lo escribo para publicar y simplemente lo hago para sacarme las ganas, está bien. Y ha de ser, nomás, de hecho todos los blogs son autoreferenciales, aunque detesto esa palabra.

Como sea, lo cierto es que esto es estrictamente una memoria. De las 14 acepciones del vocablo que establece el DRAE, este texto se ajusta a más de la mitad. Pero la que más adecuada me parece, por modesta, es la décima: "Libro o relación escrita en que el autor narra su propia vida o acontecimientos de ella".

De manera que bien podrían tomarlo ustedes, los pocos lectores que se detienen en estas íntimas, casi rutinarias evocaciones, simplemente como un monólogo abierto a la curiosidad de quien quiera leerlo. No tengo más que agradecimiento para devolverles. Y la confesión de que a veces, algunas noches cuando ordeno estos papeles, estos recuerdos, me siento completamente impresionado porque no puedo parar. Ésa es la revelación más contundente a la que me enfrento: la imposibilidad de detenerme, ahora, aún a costa de la parálisis de la novela en que trabajo desde hace algunos años. Un dilema de la gran siete al que se enfrenta todo escritor alguna vez: no puedes terminar una obra; cuestionas lo que escribes al margen; la heterodoxia de la redacción, febril, nocturna, te desvela y desazona. Un espanto que se repite más de lo que uno quisiera. El de la continuidad de los relatos.

Controversias de antaño

Antes de contar la génesis de LUNA CALIENTE, o acaso para poder hacerlo, debo decir primero que por entonces yo militaba intensamente en el exilio. Era una incesante tarea política, de solidaridad y también de pensamiento.

Entre 1980 y 1982 la actividad política exiliar fue intensísima, de tiempo completo. Además, entonces se polemizaba muchísimo en los diarios mexicanos y en algunas revistas de la colectividad argentina. Por supuesto, descuiden que no entraré en detalles y al respecto me remito una vez más al libro que publicamos años después con Jorge Bernetti, pero en lo relativo a esta novela que de toda mi producción fue la que más ruido hizo y sigue haciendo, necesito rescatar de aquella época un par de episodios para mí trascendentales.Uno de ellos fue una polémica frustrada con Héctor "El Toto" Schmucler, que para mí fue determinante.

Entre 1979 y 81 circuló en México una revista de pensamiento y ensayo político llamada "Controversia", cuyo consejo de redacción estaba integrado por notales intelectuales: Héctor Schmucler, José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Rubén Sergio Caletti, Nicolás Casullo, Oscar Terán, Ricardo Nudelman, Carlos Abalo y Jorge Tula. En un artículo del 11 de octubre de 1979 en el diario mexicano “unomásuno” firmado por Claudio Aguirre (seudónimo de Nico Casullo) se definía a la revista como una "publicación de carácter ensayístico y polémico (que) busca llenar un vacío en el exilio; (...) examinar críticamente el proceso de la derrota popular en la Argentina (...) volver a pensar casi todas las cosas (...) rechazar el lugar común de las interpretaciones y enfrentarse a los tabúes que hoy saturan la política del exilio”.

En ella se publicó, en el número 9-10, de diciembre de 1980, un muy discutible texto de Schmucler, a quien yo apreciaba desde los tiempos de la JTP, cuando había sido mi “responsable”, como se llamaba entonces a quienes informaban (y observaban) a los militantes de superficie, menos comprometidos o al menos no militarizados y a quienes solía llamarse despectivamente "perejiles".

Ese artículo de Schmucler se refería a los primeros testimonios que se conocían, de boca de sobrevivientes de los campos de concentración, y en particular la ESMA, cuestionándolos en su validez documental. El texto levantó polvareda de inmediato y la revista tuvo que admitir algunas réplicas. Pero no admitió la mía, con argumentos pueriles, elusivos. Entonces, como no quisieron publicarlo, hice circular mi réplica en copias. Una de ellas llegó a "Cuadernos de Marcha", la respetada revista uruguaya (editada también en el exilio) fundada y dirigida por Don Carlos Quijano, el legendario periodista oriental, quien me llamó escandalizado porque se había enterado y no comprendía cómo se cerraba a la polémica un medio como "Controversia", que pretendía discutir el exilio... Me ofreció su revista y por eso mi respuesta a HS se publicó en "Cuadernos de Marcha".

Quien desee ver esos textos, los encontrará en las respectivas revistas, en la web y/o en el libro que publicamos con Jorge: MEXICO: EL EXILIO QUE HEMOS VIVIDO (Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2005).

Por mi parte, no he vuelto a ver al Toto, y ahora me impresiona advertir que han pasado más de treinta años desde aquella controversia. De él sé que en Córdoba es hoy una especie de prócer intelectual, un maestro de comunicación respetadísimo. Lo celebro porque siempre fue un intelectual de fuste y por eso le dediqué, hace algunos años, un cuento que dio título a uno de mis libros y fue traducido a varias lenguas: "El castigo de Dios".

Y bueno, lo que quería decir en esta entrada es que fue más o menos en aquellos mismos días que parí LUNA CALIENTE, esa novelita que sí me cambió la vida y que seguramente estuvo influenciada también por aquella dura polémica exiliar acerca de la validez de los testimonios de los sobrevivientes.

La gestación de este libro tuvo que ver con eso, y con otro episodio curioso: como ya conté aquí, cuando en 1982 la misma editorial norteamericana que publicó EL CIELO CON LAS MANOS me pidió un segundo libro, les entregué la colección de cuentos titulada VIDAS EJEMPLARES. Lo que añado ahora es que eran originalmente quince relatos, que se redujeron a catorce cuando recibí las galeras para revisar y decidí quitar un cuento corto, de unas tres páginas, que se titulaba "Luna caliente". Ése fue el embrión, digamos, de la novela.

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