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domingo, 7 de febrero de 2021

 Apuntes de la errancia / 41

La memoria del Tambor de Tacuarí

Por Mempo Giardinelli


En 1912, el Consejo Nacional de Educación dispuso entre las efemérides para cada ciclo lectivo escolar y en todas las escuelas argentinas, la recordación y homenaje al Tambor de Tacuarí, como símbolo de valor y abnegación patrióticos.
Claro que no se trataba de homenajear a un tambor, sino a un niño, un chico correntino que se llamaba Pedro Ríos y que en 1810, cuando tenía sólo 12 años de edad, se sumó como soldado voluntario en el ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata, al mando de Manuel Belgrano.
Pedrito, como le decían, había nacido en Yaguareté Corá, una pequeña aldea que hoy en los mapas de Corrientes figura como Concepción.
Y ahí en Yaguareté Corá Belgrano se acuarteló a finales de ese arduo 1810 durante varios días, para incorporar y entrenar a más soldados, casi todos originarios guaraníes. Los necesitaba para su ejército, que marchaba hacia el norte, hacia el Paraguay, enviado por la Primera Junta de Gobierno de las Provincias Unidas con el mandato de liberar lo que entonces era la provincia del Paraguay, para sumarla a las del Río de la Plata. Belgrano debía tomar Asunción, la capital de esa provincia entonces en manos del gobernador español Bernardo de Velasco y Huidobro.
El muchacho, Pedrito, fue presentado al entonces Coronel Belgrano por su padre, Antonio Ríos, que era un hombre letrado, una especie de maestro rural. Belgrano, por supuesto, se negó a aceptar como soldado a un niño, pero cuenta la leyenda que el maestro le dijo entonces a Belgrano: "Le ruego que lo acepte, porque a mis 65 años soy un anciano y mi hijo es la única ofrenda que le puedo hacer a la Patria". Don Manuel, conmovido, lo aceptó pero solamente como lazarillo de Celestino Vidal, un oficial que había quedado ciego en un combate anterior.
Días después, el 19 de enero de 1811, el ejército de las Provincias Unidas al mando de Belgrano cruzó al Paraguay, y en la Batalla de Paraguarí, o Cerro Porteño, sufrió su primera gran derrota ante los realistas. En esa batalla debutó Pedrito, y yo supongo que se improvisó como guía de las tropas tocando el tambor a la vanguardia del ejército y así orientándolo incluso para aminorar los efectos de la derrota.
El ejército de Belgrano perdió muchos hombres, armas y caballos, y tuvo que retroceder hasta las orillas del río Tacuarí para reorganizarse. Lo hicieron, pero ya todo estaba perdido, porque el ejército paraguayo-español lo superaba en fuerzas en una proporción de 12 a 1.
Algunos libros de Historia dicen que Pedro Ríos era un muchachito de baja estatura y que el tambor era tan grande como él. Yo lo imagino como un típico mitaí correntino, severo y formal y valiente, o como los gurises de la Banda Oriental, tozudos y orgullosos. Esos chicos que también había en mi tierra y yo llegué a verlos, habilísimos en selvas, ríos y lagunas, antes de que se extinguieran, o casi, a fuerza de celulares y redes que llaman sociales...
Después de la derrota en Paraguarí, Belgrano reorganizó su ejército como pudo, y Pedrito, en esas duras circunstancias, contribuyó tanto en el hospital de campaña como en la fortificación de las carretas de municiones.
Un mes y medio después, Belgrano había reorganizado su ejército y nuevamente enfrentó a las tropas realistas y nuevamente fue derrotado, ahora en la Batalla de Tacuarí, sobre la margen izquierda del río de ese nombre.
Dicen los historiadores que esa segunda batalla fue tremenda, un desastre militar, y fue la última de la expedición que le había ordenado la Junta de gobierno de Buenos Aires en su afán de sumar al Paraguay a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Esa durísima batalla a orillas del río Tacuarí se libró el 9 de marzo de 1811 y allí Pedrito Ríos, dándole palazos al tambor con toda su fuerza, y yo diría que con toda su furia y su dolor, murió alcanzado por un balazo de los realistas.
Manuel Belgrano fue obligado a abandonar, derrotado militarmente, el Paraguay. Sin embargo, el trato que le dieron evidenció su triunfo político, porque los mismos comandantes paraguayos que lo vencieron, Fulgencio Yegros y Manuel Cabañas, dos meses después y con las mismas ideas revolucionarias declararon la Independencia del Paraguay el 14 de Mayo de ese mismo año 1811.
Al regresar de esa expedición, más allá de ambas derrotas Belgrano fue ascendido a general, y entre sus recuerdos más queridos destacó para siempre al valiente muchachito correntino a quien ya todos llamaban, en afectuoso diminutivo, "El tamborcito de Tacuarí", que empezaba a ser leyenda.
En el Colegio Militar de la Nación hay una escultura notable, impactante, del Tamborcito de Tacuarí. Es obra de un hijo de inmigrantes italianos, un escultor que se llamó Luis Perlotti, quien la realizó en yeso en 1929. Una réplica de esa escultura está en la plaza central de Concepción, en Corrientes. Y no sé si en algún otro punto del país habrá una obra de arte que recuerde a quien la Historia Argentina llamó para siempre El Tambor de Tacuarí. @

viernes, 29 de enero de 2021

 Apuntes de la Errancia / 40

La Forestal: el genocidio que hoy cumple 100 años

 

Por Mempo Giardinelli 

 

 

En el siglo 19, el enorme territorio boscoso que cubría más del 20% de la superficie continental de nuestro país, se llamaba El Gran Chaco Argentino y comprendía 10 provincias: Formosa, Chaco y Santiago del Estero completas, la mitad Norte de Santa Fe y gran parte de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, el Norte y el Oeste de Córdoba, y partes de San Luis. 

 

Era un extraordinario territorio de bosques que abarcaban más de 100 millones de hectáreas de montes y selvas vírgenes, y que equivalía a casi todo el territorio de España y Francia juntas.

 

Todo eso se perdió cuando la explotación bestial e incontrolada de la empresa británica La Forestal, en 80 años arrasó con ese fabuloso patrimonio de bosques de maderas preciosas y más de 400 especies animales nativas. 

Esa devastación se hizo a sangre y fuego a partir de 1872, cuando los ingleses empezaron a operar. La llamada "expansión del modelo de agricultura capitalista" provocó uno de los más brutales atentados ambientales del mundo. La empresa cortaba árboles a mansalva y exportaba postes, tanino y durmientes para el ferrocarril. Esa explotación maderera intensiva y sin reforestar eliminó en pocas décadas la fabulosa llanura boscosa Chaco-Pampeana, llegando hasta lo que hoy se llama El Impenetrable, en el norte chaqueño, que se salvó por serlo y desde entonces lleva ese nombre. 

 

Esa Argentina fue parida por el mitrismo y el roquismo, que la pensó siempre desde la producción agropecuaria en la Pampa Húmeda, y tomando a la actividad forestal como mero complemento. Las maderas se destinaban a la construcción, se usaban como combustible y para asentar las vías férreas que todavía hoy soportan trenes. Los durmientes de quebracho, que es una madera que no se pudre jamás dado el tanino que contiene, impusieron el derribo de todos los territorios boscosos. Una obra maldita que ejecutó La Forestal, dedicada a talar aquellos bosques de quebracho que parecían interminables. 

 

Ese paraíso verde, patria de las maderas más duras del mundo, sirvió para que durante décadas se labraran a hachazos los durmientes sobre los que rodaron y todavía ruedan los ferrocarriles y subterráneos de casi todo el planeta. Esas maderas, por dureza y tamaño, requerían de hacheros en equipo, trabajando jornadas interminables bajo calores agobiantes. La dureza y durabilidad de esas maderas, y en particular del quebracho colorado, eran su virtud pero también su maldición.

 

Primera productora de tanino a nivel mundial, para explotar esa riqueza la compañía La Forestal fundó unos 40 pueblos y puertos e instaló más de 30 fábricas de tanino, de las cuales aquí en el Chaco aún hoy, 100 años después, quedan por lo menos dos que todavía tiñen los ríos interiores con efluentes de tanino contaminantes. Hoy, cada día, aquí nomás. Con el cuento de la productividad y de que dan empleo.

 

Aquel imperio inglés en el norte argentino fue gigantesco y fue feroz. Las inhumanas condiciones de explotación llevaron a que entre los años 1919 y 1922 se organizaran sindicatos de trabajadores en reclamo de reivindicaciones que cualquiera de nosotros exigiría hoy frente a infames condiciones de trabajo, habitacionales y sanitarias. Ni siquiera se les pagaba en dinero sino que se les daban vales, escritos en inglés, que sólo podían canjearse en los almacenes de la compañía. Y cuando los sindicatos obreros lograron un importante convenio colectivo, la empresa lo incumplió, protegida por el gobierno santafesino y una fuerza llamada Gendarmería Volante, que se coordinaba con un grupo parapolicial: la autoproclamada Liga Patriótica. 

 

En diciembre de 1920 la compañía impuso un lock-out patronal, cerrando las fábricas y despidiendo a miles de trabajadores, hacheros, y sus familias, que enfrentaron a la compañía. Y un día como hoy de hace exactamente cien años, el 29 de enero de 1921, el estallido social se extendió a toda la región, y pueblos y bosques vivieron un infierno asesino. La cacería de huelguistas en las fábricas, como en Villa Ana y Villa Guillermina, produjo entre 500 y 600 muertos. 

 

La empresa La Forestal es responsable, para siempre, de una de las peores masacres de la historia argentina, Cientos de huelguistas, en decenas de pueblos norte-santafesinos, fueron asesinados por mandato de la empresa y con autorización del gobierno provincial. Sólo casi dos años después, aplastados los reclamos, reabrieron las fábricas en noviembre de 1922.

 

La Forestal fue un estado dentro del Estado Argentino por más de 80 años, durante los cuales no pagaban impuestos y se llevaban las multimillonarias ganancias a Inglaterra. Con la protección del gobernador santafesino, el radical Enrique Mosca, que fue después abogado de la empresa y en 1946 candidato a vicepresidente de la nación. Así el primer gobierno de origen popular de la Argentina, el de Hipólito Yrigoyen, quedó manchado para siempre con la sangre de cientos de esos hacheros y sus familias.

 

La Forestal se fue de la Argentina en 1960, después de haber talado casi el 90% de los bosques del país y dejando detrás miles de muertos, desertificación y un daño ecológico absolutamente incalculable, e irreversible. 

 

Años después se conocieron valiosos testimonios: el narrador santafesino Gastón Gori fue de los primeros en narrar aquel infierno, y también el recordado historiador Osvaldo Bayer. Varias obras de teatro recuperaron aquella barbarie, y en cine la película "Quebracho", de 1974, dirigida por Ricardo Wüllicher y las actuaciones de Héctor Alterio, Lautaro Murúa y gran elenco, fue un suceso nacional. Valiosos premios consuelo, se diría, con indignada tristeza. @

viernes, 15 de enero de 2021


Apuntes de la Errancia / 39


 

El payador de Lugones y el gauchaje manso

 

Por Mempo Giardinelli

 

 

En estos apuntes me ocupé hace un tiempo de Leopoldo Lugones, quien hace un siglo exacto era llamado el "poeta nacional". También ensayista, fue un intelectual original y brillante incluso en sus disparates y miserias. 

 

Esta semana releí "El payador", que es un ensayo literario y político que retrata la vida y las costumbres del gaucho en la pampa, en la magnífica edición crítica de la Biblioteca Nacional, publicada durante la gestión de Horacio González, con ilustraciones de Carlos Nine y estudios de Noé Jitrik, María Pía López, Oscar Terán y Javier Trímboli. Un libro espectacular, en el que Lugones retrata vida y costumbres del gaucho trovador en la inmensidad de la pampa, erigiéndolo como "modelo nacional" con pretensión universal.

 

Leído hoy, resulta asombroso descubrir cómo hace apenas un siglo Lugones instaló la figura del gaucho como tema cultural fundacional e imprescindible de la Argentina, y cómo ahora todo ha cambiado. 

 

En 1913 Lugones pronunció una serie de conferencias sobre el poema "Martín Fierro", de José Hernández, en el hoy desaparecido Teatro Odeón, de la porteña esquina de Corrientes y Esmeralda. Y luego trasladó esas tesis a este libro, "El payador", en 1916. Lo hizo con su retórica engolada y una pretenciosidad sin límites, y desde el vamos declaró que el objeto de su libro era "definir la poesía épica, demostrar que nuestro Martín Fierro pertenece a ella, estudiarlo como tal y determinar simultáneamente, por la naturaleza de sus elementos, la formación de la raza, y con ello formular el secreto de su destino". 

 

En el prólogo, Lugones explica que su propósito es analizar y valorar el "Martín Fierro" como la obra fundacional de la poesía épica argentina, especie de modelo humano de un país que él pretendía cuna de una raza naciente, y excepcional para el mundo. Pero al mismo tiempo expresaba su absoluto rechazo al sufragio universal, que, precisamente ese año, sería llevado a la práctica por primera vez y cuyo resultado fue revolucionario, porque garantizó el triunfo de Hipólito Yrigoyen y el naciente radicalismo como expresión del acceso de las clases populares a una concepción política nacional y antioligárquica. Que después el radicalismo se haya extraviado no disminuye la trascendencia de aquella primera elección democrática.

 

Yo tengo para mí que esa contradicción no sólo definió la vida y la obra de Lugones sino que fue y sigue siendo un tema básico para entender el divorcio social que todavía padecemos: tantas veces se glorifica al gaucho sin precisión alguna y la verdad es que hoy la figura del gaucho ya casi no se ve, salvo en algunos festivales folklóricos del país profundo o una vez al año en la Sociedad Rural, mientras los jóvenes de las burguesías urbanas hablan en inglés, insultan a la Argentina y sueñan con irse del país.

 

Los 54 años entre Pavón 1862 y el primer gobierno de Yrigoyen desde ese 1916, son precisamente los que Lugones glorifica y la literatura argentina canonizó durante décadas. Lugones en "El payador" lo que ha hecho es no sólo legitimar al “Martín Fierro” sino además canonizar a José Hernández. Al primero lo declara “poema nacional” y al segundo héroe de la resignificación del gaucho, figura que de ser enemigo de la civilización pasa, como por arte de magia, a símbolo de la argentinidad. 

 

Y es claro que algo anda mal, y es que entre las conferencias de 1913 y el libro de 1916, esa inesperada reivindicación del gaucho se simboliza en un gaucho reinventado, bueno y dócil, que desplaza la figura del rebelde gaucho matrero. El gaucho lugoniano es, así, una idealización de la obediencia debida al patrón de estancia y al modelo agrario que impusieron Bartolomé Mitre y Julio A. Roca y la oligarquía de la flamante Sociedad Rural, fundada en 1866 por Eduardo Olivera, Mariano Casares y José Toribio Martínez de Hoz, entre otros. 

 

Este manso gaucho literario, como 10 años más tarde el "Segundo Sombra" de Ricardo Güiraldes, desplaza al verdadero gaucho originario, libre y desacatado, rebelde y enemigo social de la "gente bien" que siempre los usó como carne de cañón, y en sus latifundios como sirvientes sumisos o peones ignorantes. 

 

Ese "nuevo gaucho" entre comillas que inventa Lugones, se propagandiza desde la literatura como antítesis del proletario, el extranjero inmigrante, el anarquista y todo otro sujeto potencialmente revolucionario. Entre ese 1916 y 1925 Lugones se radicaliza en su fe reaccionaria, adhiere al fascismo naciente y escribe “La hora de la espada” como propuesta de solución político militar para sostener el orden social conservador. En 1930 es prácticamente el único civil que aparece en las fotografías al lado del primer dictador, el general José Félix Uriburu.

 

Releer hoy el "Martín Fierro", y a la par las teorías de Lugones en "El payador", lleva a reflexionar inevitablemente sobre la Argentina oligárquica. Esa que después de dos derrotas en los campos de batalla (Cepeda y Pavón), se las ingenió para triunfar política y propagandísticamente imponiendo el modelo de país que todavía hoy padecemos: injusto, racista, clasista y resistente a cualquier cambio y a toda igualdad social. Y cuya modernización es apenas tecnológica y solamente si las tecnologías son manejadas desde élites de banqueros, empresarios, latifundistas y agrobandidos. 

 

El país de Mitre y de Roca, salvo la década peronista iniciada en 1945 y aun con todos los errores que también se cometieron, es la Argentina injusta, racista y violenta que padecimos y padecemos desde los bombardeos aéreos a la ciudad de Buenos Aires en junio de 1955. Es el mismo modelo con que la oligarquía sigue manejando hoy este país, ahora mediante un sistema multimediático que controla a la Justicia y pervirtió al periodismo convirtiéndolo en un vulgar servicio de propaganda y chantaje. @

 


sábado, 9 de enero de 2021

Apuntes de la Errancia / 37

Lincoln Silva, el gran escritor latinoamericano secreto

Por Mempo Giardinelli



Recibo noticias del Paraguay. Me dicen que se anuncia la reedición de la obra de Lincoln Silva, un escritor que siendo muy jovencito, en los años 70 del siglo pasado sorprendió al público lector y a la crítica con dos obras revolucionarias para la época, y de las que yo guardo recuerdos de emotivas lecturas porque además los personajes de Silva se movían en ambientes que me eran familiares.
Aunque hoy olvidado, Lincoln Silva fue un grande de la literatura latinoamericana con sólo dos novelas extraordinarias e innovadoras: «Rebelión Después» y «General, General». Ambas deslumbraron a la crítica de todo el continente. 

Nacido en un pueblito llamado Barrero Grande, en el Departamento Cordillera, al norte del Paraguay, Lincoln Silva fue un originalísimo novelista, también periodista y poeta, cuyos libros conmocionaron a la literatura latinoamericana del llamado Boom. Esas dos novelas colocaron a Silva como la más alta expresión de la narrativa paraguaya que habían iniciado tres autores fundamentales en los años 60 del siglo pasado: Gabriel Casaccia, Josefina Pla y Augusto Roa Bastos,
Lincoln Silva salió muy joven del Paraguay y se radicó en Buenos Aires en 1969, cuando tenía sólo 24 años y esas dos novelas que asombraron a lectores y críticos y se constituyeron en un acontecimiento literario excepcional. El renombrado editor Jorge Alvarez se decidió a publicar su primera novela, "Rebelión Después", impactado porque abordaba el tema de la tortura y la dictadura en Paraguay como nunca nadie antes lo había trabajado, combinándolo con el realismo mágico latinoamericano, entonces en boga. Un anticipo publicado en la revista Extra la presentó como "contranovela" y la convirtió en un acontecimiento tras los encendidos elogios de la editora Pirí Lugones, el joven narrador Ricardo PIglia y otros nombres emergentes de nuestra literatura como Bernardo Kordon, Enrique Wernicke, David Viñas y un joven Nicolás Casullo.
"Rebelión Después" se publicó finalmente en 1970 en la prestigiosa Editorial Tiempo Contemporáneo, y eso fue consagratorio. Con sólo 25 años Lincoln Silva era comparado con Juan Rulfo y se lo consideraba el escritor paraguayo más importante y original del siglo junto con Roa Bastos. Enseguida formó parte del grupo de jóvenes escritores que se reunían en la casa de Ernesto Sábado, entre ellos Liliana Heker, Isidoro Blaisten, Bernardo Jobson y Abelardo Castillo, o sea el protoequipo de la después célebre revista "El Escarabajo de Oro". En 1973 y en Buenos Aires, Lincoln Silva era ya una de las jóvenes figuras ineludibles de la literatura, y como tal fue miembro del grupo fundador de la revista "Crisis" junto a autores como Juan Gelman, Jorge Asís, Piglia y varias figuras consagradas de Latinoamérica como Manuel Scorza, Roque Dalton, Mario Benedetti, Thiago de Melho y Gabriel García Márquez, Y tanto relieve había alcanzado Lincoln Silva que en el primer número de Crisis se publicó un adelanto de su segunda novela, "General General", que recién se publicó en noviembre de 1975. De hecho Eduardo Galeano fue uno de los primeros lectores del manuscrito de esa novela a la que nunca se cansó de elogiar –esto me consta– por su agudeza descriptiva y el humor corrosivo como recurso crítico fundacional de la literatura del Boom latinoamericano.
En enero de 1976 Silva viajó a Cuba y con apenas 30 años fue jurado del Premio Casa de las Américas. Pero al regresar, en pleno golpe de estado cívico, militar, eclesiástico y empresarial que encabezaron los dictadores Videla y Massera, con toda urgencia Lincoln Silva debió partir a un nuevo exilio. Esta vez se radicó en Amsterdam, Holanda, gracias a una propuesta de trabajo de la Universidad de Leyden.
Allí estuvo, en inexplicable silencio, durante casi 30 años. Ya no publicó novelas ni cuentos, y se desvinculó totalmente del quehacer literario latinoamericano. Pero sí consiguió que la universidad holandesa abriera una cátedra de lengua y literatura guaraní, y logró que el idioma guaraní se incluyera en el programa de estudios y él fue titular de esa cátedra durante años. En aquel país publicó dos libros de poesía, titulados Ni para caerse muerto (1980) y No te diré el lugar de donde vengo (1984). Ambas ediciones fueron bilingües, castellano-neerlandés. Y aunque también participó en varios congresos en Amsterdam, aquí no se supo más de él.
Hasta que 35 años después de su huída, Lincoln Silva regresó al Paraguay muy silenciosamente en el año 2005. Reinstalado en Asunción, publicó algunos artículos en diarios locales, y en 2007 su último libro de poesías: "El sortilegio que supuso nuestro apoteosis". Murió en Asunción en agosto de 2016.
Y ahora serán publicadas sus obras en Asunción por la editorial Arandurá en un volumen que contendrá sus dos únicas novelas ("Rebelión después" y "General General"), un informe que Silva escribió en 1975 sobre la prensa en el Paraguay, y una novela inédita de 1986 que solamente tenía su hermana Numy, que vive en la provincia de Misiones, en papel mecanografiado y cuyo título sería, aunque no me consta, "Patria, qué burdel".
Me dicen desde Asunción que la idea de Arandurá (que significa sabiduría, inteligencia) es publicar toda su obra en este 2021, cuando Lincoln Silva cumpliría 76 años y la literatura latinoamericana parece haberlo olvidado injustamente. Por eso estos apuntes. @

viernes, 1 de enero de 2021



Apuntes de la errancia / 36

Meditación sobre el peor año de la historia


Por Mempo Giardinelli

 

Anoche, 31, se acabó, al menos en los calendarios, el maldito año 2020. Que jamás olvidaremos y que en esta columna venimos llamando desde hace rato "el año de la peste".


Un año que produjo, hasta el día de ayer, 83 millones de personas infectadas, casi dos millones de muertos, 47 millones de recuperados y unos 33 millones todavía en recuperación. Y que produjo también un desquicio fabuloso, nunca visto en la vida cotidiana de los casi 8.000 millones de habitantes que tiene hoy el planeta, ubicados en todos los continentes y territorios de unos 300 países.

 

Y peste, además, que todavía nadie puede asegurar que se haya acabado, más allá de la esperanza que significa disponer de media docena de vacunas que en estos días empezaron a aplicarse aquí y allá.

 

Nos recuperaremos, seguramente, pero nos queda mucho dolor y el miedo atravesado. Y el desastre ambiental en el planeta, cuyo recalentamiento global ya es un hecho y prueba de ello son los incendios gigantescos en el continente africano, y en la amazonía sudamericana, y la destrucción de bosques que este año que pasó sufrimos en una docena de provincias argentinas. Y también asistimos al fin de glaciares tanto en el Norte como en los territorios antárticos. 

 

También por eso este "año de la peste" que terminó anoche puede, y quizás deba, ser considerado el peor año de la historia de la humanidad. Y yo diría que por lejos el peor de todos los otros siglos que propone la prensa mundial –ese sistema mentiroso y manipulador que siempre denunciamos– y que pretente instalar la idea de que el peor año de todos los tiempos fue el 536, o sea en el siglo 5º, hace más de 1.500 años. 

 

La todavía supuestamente prestigiosa revista norteamericana Time ha dedicado su último número a proponer que el 2020 fue "el peor año de todos los tiempos", pero en parte por la pandemia y en parte por el absurdo sistema electoral de los Estados Unidos. Y cita, como contraposición a ese absurdo, la propuesta del historiador medievalista Michael McCormick en el último número de la revista Science, y así fingen cuestionar la idea. Con la típica mirada soberbia de todo sociocentrismo, primero hacen una afirmación con pretensión universal, pero planteando un fingido debate porque un historiador dice que el año 536 fue el peor para la humanidad, superando a la peste negra de 1349, la viruela de 1520 y la gripe norteamericana, que ellos llamaron y siguen llamando "española" de puro avivados. 

Porque esa peste empezó en Francia en 1916, y en China en 1917,y los primeros casos se declararon en la base militar de Fort Riley, en territorio estadounidense, en marzo de 1918. Esa peste, con rasgos parecidos a la pandemia actual, mató a más de 40 millones de personas en tres años (de 1918 a 1920). Y se la llamó española porque España era un país neutral en la 1ª Guerra Mundial y no censuraba la publicación de informes sobre la enfermedad, a diferencia de los países guerreros, que sí censuraban toda la información para no desmoralizar a las tropas. Y para no desmoralizar atribuyeron el origen de esa peste a España. Avivadas imperiales típicas, como ya sabemos.

Y respecto de que el 536 haya sido "el peor año" de la historia humana, es más que dudoso, porque sí hay registros de que ese año hubo una erupción volcánica masiva en Islandia, en el Atlántico Norte, que produjo una niebla que oscureció a toda Europa, que entonces, para las miradas etnocéntricas, era "todo el mundo" cuando obviamente no lo era. Como sea, el 536 produjo una insólita oscuridad durante las 24 horas de cada día y durante 18 meses. Un año y medio sin sol, que en la Historia se recuerda como "la edad oscura", y la cual produjo un fuerte cambio climático, pérdida de cosechas y una hambruna que alcanzó a toda Europa y partes de Asia y África. Y que quizás fue causa de que pocos años más tarde, en el 541, llegara a Europa desde Egipto la famosa "peste bubónica" que fue decisiva para la caída del Imperio Bizantino.

 

Otras opciones de años peores fueron la Peste Negra, del siglo 14, que mató a la mitad de la población europea; o la Viruela que trajeron los conquistadores a América hacia el año 1520 y que mató a entre el 60 y el 90% de los pueblos originarios americanos. Y ni se diga la peste que significó el nazismo y la 2ª guerra mundial, entre 1933 y 1945, que mató a entre 40 y 60 millones de personas. Cualquiera de esas tragedias causó horribles años de peste como el 2020. Pero la verdad es que no tiene ninguna importancia comparar cuál año fue peor. No obstante lo cual esta columna sí propone tener en cuenta que en ninguna de esas pestes el planeta tenía, me atrevo a calcular, ni 500 millones de habitantes en total. Hoy somos casi 8.000 millones, y ésta es la primera peste verdaderamente universal, no sólo de Europa, Oriente medio y Asia. Porque ojo que a todas las estimaciones les faltó la mitad del mundo para medir pestes: en todas las anteriores no se tuvo en cuenta a América, África y Oceanía completas como ahora sí. Otra picardía del etnocentrismo.

 

Que reproducen hoy mismo casi todos los medios del mundo. Porque lo que dijo este Sr. MacCormick en Time se encuentra repetido en Clarín, La Naciòn, Perfil, INfobae, El País de España y de Uruguay, La vanguardia, Público, Diarioas, Mundo Deportivo, El financiero de Mexico y siguen en malón las repeticiones, acríticas, de lo que dijo un historiador que no tuvo en cuenta, en absoluto, que este planeta en el año 536 estaba casi deshabitado en comparación con nuestro ahora, en el que además el hambre y la desigualdad son datos decisorios.


Lo que sí dejaron las viejas pestes, peores o no que la actual, fueron obras de arte decisivas para la cultura de todos los tiempos. Pienso en El corral de apestados, tremenda pintura de Francisco Goya (1798) o los cuentos de El Decamerón, de Giovanni Bocaccio, que a mitad del siglo 14 combinó para siempre a la gran literatura con la Peste Negra europea que duró más de un siglo, y casi a la par de las matazones de pueblos enteros a manos de los conquistadores y piratas que arrasaban Nuestra América en pos de oro y plata y mataban a millones de personas y devastaban culturas originarias.

 

Es bastante hipocrita esto de medir cuál peste fue peor. Seguramente la que estamos viviendo es un horror y posiblemente sea, sí, la peor de toda la historia de la humanidad. Pero también es la que mejor posicionados nos encuentra en términos sanitarios y científicos, y es allí donde ciframos nuestra esperanza. @

viernes, 25 de diciembre de 2020

Apuntes de la errancia / 35 (Leído en El Destape Radio, viernes 25/12/2020)

Elogio del Villancico
Por Mempo Giardinelli

No sé si se cantaron anoche, si muchos o pocos, ni qué vigencia tienen todavía. Pero el villancico, aunque muchos/as no lo crean, sigue vivo en Nuestra América.
Cierto que en estos tiempos de baja religiosidad es presumible que esté en retirada como forma popular urbana. Me refiero, aclaro, a las religiones históricamente mayoritarias, como el catolicismo, el judaísmo, el islamismo y el cristianismo y protestantismo europeo clásicos. Y obviamente no incluyo a las dizque religiones norteamericanas que han sido y son, cada vez más, caballos de Troya para penetración ideológica antes que religiosa. Como sea, el villancico es una forma musical y poética clásica de la lengua castellana, todavía vigente.
Entre los siglos 15 y 18 los villancicos llegaron a ser popularísimas canciones para varias voces, con estribillos ingeniosos y de rimas sencillas, que empezaron a cantarse en las iglesias y se vincularon rápidamente a las celebraciones navideñas. Juan del Encina, nacido hacia 1460, fue el poeta, músico y autor teatral más popular del renacimiento español y es considerado uno de los padres de estas formas sonoras casi siempre con letras alusivas a la Navidad y que se cantaban casi solamente en esas fechas.
Incluso un poco antes, en los siglos 12 y 13, ya se cantaban canciones navideñas celebratorias del nacimiento del Niño Jesús, pero la popularidad y universalización se dio más bien entre los siglos 15 y 20, en forma lírica tradicional de dos o tres o más versos de 6 a 8 sílabas.
El término villancico definía las cancioncillas, cantigas o canciones, y las primeras formas aparecen ya en cancioncillas de origen mozárabe del siglo XI, como el zéjel, que alternaba el canto de un solista con estribillos cantados a coro. Y que fueron parte de la lírica popular de la península ibérica durante los ocho siglos de ocupación musulmana, entre los años 711 y 1492.
Se trataba de composiciones populares, cantadas por campesinos y habitantes de caseríos o villas rurales en las fiestas populares, no necesariamente religiosas, y sus temas se vinculaban a la vida de pueblos y regiones. El villancico de tema religioso se reservó siempre a la celebración de las fiestas navideñas. De ahí que aún hoy se denomina villancicos a los cantos de Navidad, cualquiera sea su métrica y rima, y tanto en español como en inglés, francés, italiano o alemán.
El villancico siempre combinó estribillo y coplas, por ejemplo como se canta en Cuba: Angelito mío llévame a Belén / donde está la virgen y el niño también.
Fue a mediados del siglo XVI cuando las autoridades eclesiásticas empezaron a descubrir la poderosa función evangelizadora de la música cantada en lenguas populares durante los oficios. Tanto en Navidad como en otras celebraciones, las iglesias tenían sus propios músicos, y los villancicos se generalizaron y algunos en formas musicales y literarias más complejas en coplas y estribillos. Ya para el Siglo 17 el villancico era un género muy popular en la música española, e infaltable en todas las festividades religiosas, como la Asunción o las de cada santo, y obviamente la Navidad. El villancico empezó así a admitir la polifonía, los coros y el acompañamiento de instrumentos musicales además del infaltable órgano.
Desde luego, llegó a Nuestra América traído por los innumerables funcionarios eclesiásticos que venían con los conquistadores. En todas las colonias se popularizaron también como medios de evangelización. Y como era lógico, el villancico clásico español adoptó rápidamente características locales. De México a Chile, del Caribe a la Argentina, y también en Brasil traído por la conquista portuguesa, fue adquiriendo y adaptando motivos de las culturas indígenas. Y así los villancicos se escribían y cantaban en lenguas como el náhuatl en México o el quechua en Perú.
Los villancicos americanos se popularizaron extraordinariamente y, además, por influjo de las músicas folklóricas regionales, adaptaron formas notables en el cancionero infantil y las danzas criollas o indígenas, cuya diversidad y popularidad tomó variadísimas formas: villancicos, romances, cantos de pascuas, alabanzas, décimas, aguinaldos y otras formas populares. Y cabe recordar aquí que el vocablo aguinaldo significa regalo o gratificación que se da por Navidad, generalmente a quienes prestan servicios, originalmente los carteros y los recogedores de basuras. Por eso el villancico, o aguinaldo, se canta por Navidad y con donativos.
En Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, el villancico folklórico fue promovido por los misioneros, que adaptaban melodías autóctonas con letras religiosas españolas, a fin de expandir el cristianismo. Por eso el villancico aún hoy tiene vigencia en muchas regiones: en Chuquisaca y Tarija todavía los villancicos acompañan las danzas religiosas; en las islas del Caribe, como en la República Dominicana, los villancicos son músicas y letras exclusivas para niños; y en Brasil se popularizaron los villancicos de Juan IV, a quien llamaban el Rey Músico, cantando y bailando delante del pesebre, si bien es cierto que algunas alabanzas al Niño Jesús derivaron a representaciones profanas y divertimentos nada religiosos.
En la Argentina, algunos villancicos se cantas todavía en el Norte, el andino y el del llano, donde son populares los arrullos, alabanzas, tonadas, canciones y danzas infantiles. Y en las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán se conserva la costumbre de acompañar pesebres navideños, pero la verdad es que la hoy lamentablemente atenuada música folklórica argentina los tiene un tanto olvidados. Como cosas raras. Y quizás por eso, de puro nostalgioso y sentimental, hoy yo he querido compartir estos apuntes. @

jueves, 24 de diciembre de 2020

Mi Cuento de Navidad, en Página/12, como todos los 24 de diciembre:

El Dr. Morán, balazo y purificación

Para Celeste, con amor

 

La mañana de Navidad en que Rodrigo Morán fue ajusticiado de un balazo en la nariz, en todo el pueblo se respiró un aire purificado. 

 

Como si el estampido que quebró el amanecer hubiese abierto los pulmones de la población, nadie salió a las calles a festejar pero todos supimos que hubo miles de celebraciones íntimas. El pistoletazo se vivió justiciero como aplastar a un alacrán de un pisotón.

 

Aquel 24 de diciembre la peste asolaba implacable y por igual a temerosos y atrevidos, conscientes y negadores. El miedo era macizo y duro, como de granito, y alteraba los ánimos como cuando estalla el hervor del dulce del leche sobre la hornalla y hace saltar la tapa de la olla. El efecto metralla desata el caos en la cocina y en las gentes, y las consecuencias son imprevisibles.

 

La tarde anterior yo había terminado de escribir la carta que pensaba hacer llegar al diario del pueblo esa mañana, justo antes de irme para siempre. Era insostenible que el Doctor Rodrigo Morán siguiera en su puesto, atrincherado en el segundo piso de esa casona de la Calle de las Margaritas, después de haber prohibido que se probara la vacuna mágica de la Abuela Mercedes, que todos confiábamos en que era la única infalible quizás no para curar la peste pero sí para prevenir más contagios, de igual modo que todos sabíamos que para Morán lo único infalible era un toco de dinero, como también sabíamos que la Abuela Mercedes en eso no transaba.

 

Cuestión que el estampido que produjo el balazo, justo a las seis y cuarto de la mañana, no sólo quebró el aire sino también el ánimo del pueblo, que salió a la calle pero no a preguntarse qué habría pasado, porque todos supieron siempre que un balazo aquí sólo podía tener un destinatario. De manera que todos fueron hacia allá, o sea hasta el edificio de Las Margaritas donde residía y tenía despacho el Doctor Morán. Un balazo en este pueblo no podía convocar a nadie a otro sitio.

 

Sobre la vereda había poca gente, pero la calle estaba repleta, de esquina a esquina. Todos miraban, en silencio sepulcral y casi sin rumores, cómo la puerta estaba cerrada pero con el candado abierto y a la vista. Y aunque alguno dijo después, y otros creyeron ver, que un extraño personaje había huído tropezando con una sábana blanca, como traída por el viento desde el otro lado de la calle, también se dijo que el bombero Leandro, único en el mundo que jamás había apagado un incendio, juraba haber visto a un viejo con pinta de sabio medieval, o de cura anciano, corriendo con la sotana alzada y gritando que siempre había querido cortarle los huevos a Rodrigo Morán. Lo cierto es que el vecindario entero se movía apenas y todas las gentes más que gente parecían espectros murmurosos.

 

No puedo decir que era encantador el espectáculo, pero de pronto había como un aire limpio que soplaba en la calle, libre como el viento, y mirando al público que no dejaba de llegar en porfiado silencio, como espectros rulfianos, a mí se me dio por acordarme de otras, antiguas lecturas navideñas de cuando era muchacho y la Abuela Mercedes cantaba canciones de Lorca sobre el amor y la eternidad: 

 

Vestida con mantos negros 
piensa que el mundo es chiquito 
y el corazón es inmenso

 

Y me acordé de cuando años atrás llegó Morán al pueblo y dijo que era juez y que el gobernador y el ministro y cuantimás y todo empezó a cambiar. Y a mí me eligió para su secretario y yo como un imbécil acepté con tal de ganar unos pesos y figuración. Y entonces empecé a encubrirle sus chanchullos, cobrar sus gabelas, disimular sus coimas y ni cuenta me dí del diario transcurrir de los chismes primero y las protestas sordas después, ni de que la gente del pueblo poco a poco fue dejando de saludarme. Quizás porque yo era el único que entraba a esa casona en cuya puerta, del lado de adentro, había un par de manos clavadas a la altura de los ojos. Como manos vivas, no de goma ni de utilería, manos de álguienes que habrían vivido quién sabe cuándo y cuánto, y que incluso daban la impresión de que si uno las tocaba seguro respondían. 

 

Afuera, en la calle, parecía hervir el gentío, como dispuesto a una revuelta que dejaría un tendal de cadáveres que luego sería imposible reconocer porque habría de todo, decapitados a hachazos y muchos con las manos incineradas con sopletes para que nadie jamás pudiera identificarlos. Quizá las de la puerta de la casona eran manos como ésas, de tiempos de más antes, de cuando mi viejo al morir me pidió que huyera de ese pueblo.

 

Tiempo después y tras cortas investigaciones se dijo que el responsable no diré del crimen, pero sí el responsable del balazo, no había sido yo sino el pueblo, fuenteovejunamente. Nadie había ajusticiado al Doctor Morán, que murió de un balazo en la nariz que disparamos todos y todas, grandes y chicos, y que además expulsamos su cuerpo y alguien dijo después que fue bendecido esa misma tarde en una iglesia metodista del Arroyo Viejo por un pastor tartamudo de traje y anteojos negros que le cobró un platal a no sé quién para no enterrarlo sin rezo. 

 

La pueblada y no otra cosa, ni persona ni institución, fue la responsable de quitar de inmediato y para siempre aquellas manos de la puerta de Las Margaritas. Quizás por eso el aire después del mediodía, aquel 24, pareció purificado. Lo que llevó a la ciudadanía a conjeturar que esa Navidad se había hecho Justicia, aunque no Divina. @

viernes, 18 de diciembre de 2020

Apuntes de la Errancia / 34 Las Malvinas y una Nueva Constitución

Harto de Facebook y su
s modificiones autoritarias, desde ahora mis artículos, cuentos y textos aparecerán aquí. Lamento muchísimo los inconvenientes que pueda provocarles. 

Apuntes de la Errancia / 34

Las Malvinas y una Nueva Constitución

Jorge Francisco Cholvis, que es uno de los más competentes constitucionalistas de nuestro país, enseña que ni la Constitución Nacional de 1853 ni la de 1949 (o sea la fundante y la última verdaderamente irreprochable) indicaron la extensión ni los límites de nuestro territorio nacional. 

Constituciones de otros países sí delimitan con detalle sus territorios, como la Constitución de México de 1917, la Bolivariana de Venezuela de 1999 o la Ecuador en 2008. Pero lo que sí hizo Argentina en la Constitución de 1949 fue institucionalizar con precisión el concepto de soberanía, derivado de la conciencia que tenía Arturo Sampay, jurista entrerriano que fue el padre de la Constitución de 1949, quien definió que los ríos interiores debían ser de "inalienable soberanía argentina", subrayando así el derecho de libre navegación, pero condicionado "a la decisión del Estado argentino”.

Como tod@s sabemos, la Constitución de 1949 fue derogada en 1956 (luego de feroces bombardeos y cientos de civiles muertos) mediante un grotesco decreto militar que retrocedió casi 100 años al restablecer la de 1853. 

La historia constitucional argentina está llena de contrasentidos. Casi 40 años después de aquella anulación autoritaria fruto de un golpe de estado, la reforma del 94 emparchó la cuestión al establecer que “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional”. 


Pero ahora, un cuarto de siglo después, Cholvis nos enseña que tampoco ese objetivo se pudo alcanzar. Porque "el invasor inglés –dice él– mantiene y agiganta su presencia en los espacios terrestres y marítimos que ocupa". Y se niega a entablar conversaciones sobre soberanía y no respeta las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Entre ellas, y fundamental, la resolución 2065 establecida por dicha asamblea hace más de 50 años.

Es curiosa y muy llamativa, en mi opinión, la falta de conciencia y conocimiento que hay hoy en la población argentina respecto de todo esto.

Sí se recuerda “la guerra de Malvinas” y la efímera recuperación en 1982. Pero no hay claridad acerca de los reclamos de soberanía y el verdadero estado colonial de hecho, ni mucho menos hay conciencia de las erráticas políticas que algunos gobiernos argentinos instrumentaron en nuestro perjuicio. Y a estas cosas hay que decirlas aunque duelan, porque más allá del heroísmo de muchos de nuestros soldades, el retroceso posterior a la guerra del 82 fue muy grande. Hoy solamente se han consolidado los supuestos derechos de Inglaterra, no los nuestros.

Y es que los gobiernos democráticos argentinos insistieron con los reclamos de soberanía, es verdad, y aprobaron leyes para penalizar operaciones petroleras y el tráfico marítimo, pero Inglaterra jamás aceptó condición alguna. Ni las acepta ahora, y menos después de los infames retrocesos de lo que Cholvis llama "la línea capituladora", o sea traidora, que encabezaron desde 1990 Carlos Menem y Mauricio Macri, con sus cancilleres Domingo Cavallo, Susana Malcorra y Jorge Faurie.

El acuerdo firmado el 13 de septiembre de 2016 entre Malcorra y el vicecanciller inglés Alan Duncan, satisface todas los exigencias de la Corona Británica para explotar recursos, pesca, hidrocarburos, vuelos aéreos, y no contempla ningún beneficio para la Argentina. Esto es tremendo, y fue ocultado por el gobierno macrista cuando la canciller Malcorra, en el Congreso, hizo el cuento de poner “bajo un paraguas” la discusión de la soberanía, lo que era contrario a la resolución 2065 que el gobierno de Arturo Illia había logrado.

Así volvimos a ese viejo “paraguas” de la época menemista, que permitió el avance británico sobre el Atlántico Sur, aprovechando, de hecho, la renuncia argentina a la soberanía sobre recursos y territorios. "Con esta declaración –dice Cholvis– se entregó todo a Londres, a cambio de nada".

Desde entonces Inglaterra se aseguró la exploración y explotación de todos los recursos, y encima con nosotros cooperando para que ellos desarrollen sus actividades en forma pacífica y sin mención alguna a la soberanía como punto de negociación. Omisión que según Cholvis generó "una inaceptable renuncia tácita del gobierno argentino no sólo a Malvinas sino al reclamo soberano del Atlántico Sur".

Algunos pueden no gustar de estas palabras, pero en la práctica hoy Gran Bretaña controla casi dos millones de kilómetros cuadrados, incluyendo pesca y exploración petrolera. Y para colmo, ahora los malvinenses son parte de las conversaciones y acuerdos sobre exploración y explotación, como si fueran un Estado. Esa fue la traidora política de Malcorra y Macri, que significó, como dijo Alicia Castro, ex embajadora argentina en Londres, un “enorme retroceso” en soberanía y en no denunciar la “creciente militarización” y el usufructo de recursos naturales nuestros, pero que explotan ellos.

Y todo lo cual sólo ahora, y con lucidez y buen tino, está reparando el gobierno nacional.

Arturo Sampay decía que las naciones son "estructuras colectivas vitales", que a diferencia de las individuales, no están sometidas a decrepitud y muerte biológica. Sólo una Nueva Constitución nos asegurará un Estado capaz de apuntalar nuestros derechos. Por eso Cholvis sostiene que en la futura Nueva Constitución el tema Malvinas deberá figurar "desde el nuevo Preámbulo, y en normas claras, absolutas y unívocas para ser cumplidas" por todo gobierno futuro. @

miércoles, 30 de septiembre de 2020

 Encuesta de opinión

25 FORO INTERNACIONAL POR EL FOMENTO DEL LIBRO Y LA LECTURA


19, 20 y 21 de agosto de 2020


Modalidad virtual

 

MUESTRA: 364 casos, voluntarios, de un universo de más de 1.500 asistentes


 

SEGÚN SU EXPERIENCIA, ¿CÓMO CALIFICARÍA EN GENERAL AL 25 FORO?          

·      Excelente: 72%

·      Muy Bueno: 27%

·      Bueno o Regular: 1%

 

SEGÚN SU EXPERIENCIA, ¿CÓMO CALIFICARÍA LAS CONFERENCIAS MAGISTRALES Y LAS MESAS?       

·      Excelente: 67%

·      Muy Bueno: 32%

·      Bueno: 1%

 

SI REALIZÓ ALGUNO DE LOS TALLERES MATUTINOS, ¿CÓMO CALIFICARÍA SU EXPERIENCIA?   

·      Excelente: 54%

·      Muy Bueno: 39%

·      Bueno o Regular: 7%

 

¿CÓMO CALIFICARÍA AL PROCESO DE INSCRIPCIÓN DE ESTE FORO?        

·      Excelente: 43%

·      Muy Bueno: 38%

·      Bueno: 15%

·      Regular: 4%

 

¿HA REALIZADO FOROS ANTERIORES?        

·      NO: 59%

·      SI: 41%

 

OCUPACIÓN – Respuesta múltiple   

·      Soy docente de nivel Secundario: 31%                    

·      Soy docente de nivel Terciario: 16%             

·      Soy docente de nivel Primario: 12%

·      Soy docente de nivel Universitario: 7%        

·      Soy docente de nivel Inicial: 7%                    

·      Soy Bibliotecario/a: 11%                   

·      Soy Estudiante: 10%  

·      No Docente: 6%                                 

 

SEXO 

·      Femenino: 90%                     

·      Masculino: 10%

 

 

EDAD

·      17-25: 8%

·      26-35: 29%

·      36-45: 28%

·      46-55: 19%

·      Más de 55: 16%

 

NIVEL DE ESTUDIOS ALCANZADOS

·      Terciario Completo: 49%

·      Universitario Completo: 41%

·      Universitario Incompleto: 5%

·      Terciario Incompleto: 3%

·      Secundario Completo: 2%

 

USTED DIRÍA QUE ES UNA PERSONA:          

·      Lectora: 77%

·      Poco lectora: 18%

·      No lectora, pero me gustaría leer más: 4%

·      No sabría decirlo: 1%

 

CUÁNTO LEE USTED   

·      Leo un libro por mes: 50%

·      Leo un libro por semana: 32%

·      Leo un libro por año: 16%

·      Casi nunca leo libros: 2%

 

¿POR QUÉ DIRÍA QUE NO LEE MÁS?

·      No tengo tiempo: 72%

·      Los libros son caros: 15%

·      La verdad es que no lo sé: 9%

·      Me disgusta leer por obligación: 3%

·      Leer me aburre: 1%

 

¿QUÉ PREFIERE, EN LUGAR DE LEER?          

·      Deportes, paseos, distraerme: 33%

·      Ver películas en casa: 30%

·      Escuchar radio, música: 18%

·      Hojear diarios y revistas: 11%

·      Chatear en redes sociales: 5%

·      Ver televisión: 3%

 

¿QUÉ ES PARA USTED LO MEJOR DE LA LECTURA?

·      Leo de todo porque amo la literatura: 33%

·      Aprendo: 22%

·      Lo paso bien, me acompaña: 17%

·      Escapo de la realidad: 8%

·      Me formo para ser persona interesante: 5%

·      Me gusta leer en voz alta: 5%

·      Me divierte, nunca me aburro: 4%

·      Otros: 6%

 

¿EN SU INFANCIA LE LEÍAN EN VOZ ALTA?

·      Sí, mis maestros y/o bibliotecarios: 29%

·      Sí, mi mamá: 27%

·      No, nadie me leía en voz alta: 26%

·      Sí, mi papá: 8%

·      Sí, mis abuelos: 6%

·      Sí, otros parientes: 4%

 

¿AHORA QUE ES ADULTO/A, ¿COMPARTE SUS LECTURAS?          

·      Sí, leo y recomiendo: 76%

·      De vez en cuando: 18%

·      No, solo leo para mí: 5%

·      No, porque casi no leo: 1%

 

¿SUELE LEERLE EN VOZ ALTA A PERSONAS QUE QUIERE?  

·      Sí, a mis alumnos: 44%

·      Sí, a mis hijos: 24%

·      Sí, a chicos de mi comunidad: 11%

·      A veces a mis amigos: 10%

·      Sí, a grandes de mi comunidad: 5%

·      No me gusta leer en voz alta: 3%

·      Sí, a mis nietos: 3%

 

SI LEE EN VOZ ALTA, ¿CON QUÉ FRECUENCIA LO HACE?    

·      Algunos días de la semana: 60%

·      Muy de vez en cuando: 21%

·      Todos los días: 18%

·      Nunca leí en voz alta a nadie: 1%

 

¿ACUDE USTED A BIBLIOTECAS PÚBLICAS, POPULARES O ESCOLARES?   

·      Voy muy poco: 43%

·      Semanalmente: 17%

·      Mensualmente: 15%

·      No voy a bibliotecas: 13%

·      Diariamente: 12%

 

¿QUÉ ES LO QUE PRINCIPALMENTE BUSCA USTED EN UNA BIBLIOTECA?           

·      Literatura: 58%

·      Conocimientos generales: 35%

·      No sabría decirlo: 5%

·      Entretenimiento: 1%

·      Acceso a internet: 1%

 

Y CUANDO VA A LIBRERÍAS, ¿QUÉ BUSCA EN ELLAS?        

·      Literatura: 68%

·      Libros para mis estudios: 19%

·      Información general: 8%

·      No voy a librerías: 3%

·      Entretenimiento: 2%

 

¿EN LOS ÚLTIMOS AÑOS, HA REALIZADO EXPERIENCIAS DE CAPACITACIÓN O ACTUALIZACIÓN DOCENTE VINCULADAS CON LA LECTURA O LA LITERATURA?

·      SI: 74%

·      NO: 26%

 

¿CONOCE Y/O VISITA LA PÁGINA WEB DE LA FUNDACIÓN: www.fundamgiardinelli.org?         

·      Sí: 58%

·      Ocasionalmente: 33%

·      No la conozco: 9%

 

 ¿QUÉ OPINIÓN LE MERECE LA FUNDACIÓN MEMPO GIARDINELLI?        

·      Excelente: 64%

·      Muy buena: 33%

·      Buena: 3%